viernes, 24 de junio de 2011

¿Llegó la hora?

Ha pasado algo más de un mes desde el 15 de mayo, pero esos cuarenta y pocos días han sido largos, sin duda. Hemos visto las informaciones más diversas fluir desde todos los puntos posibles, hemos visto las asambleas, las manifestaciones, las hostias de los mossos, la resistencia frente a los desahucios, la Puerta del Sol hasta arriba de gente...ha sido intenso, desde luego. Surge ahora la cuestión de si ha llegado la hora, si ésta es la buena. No hablo de cambiar el mundo (aunque es inevitable pensarlo), me refiero más bien a cambiar este patio de recreo de Europa que denominamos España. Algunos hablan de la Spanish Revolution, otros han condenado el movimiento casi desde el primer día, pero la pregunta sigue en el aire: ¿llegó la hora?


En mi humilde opinión, nadie puede saber si ha llegado o no la hora del cambio. Tampoco la magnitud del mismo. Y ahí está la razón de que cada oportunidad deba aprovecharse bien: cada ocasión puede ser LA ocasión, o ser un paso más en la dirección correcta. Un vistazo a la Historia basta para cerciorarse de que existen antecedentes: mil revoluciones yacen hoy muertas y enterradas, pero sería un error calificarlas de inútiles. Es más, sería un insulto contra quienes han intentado frenar la brutal marcha de la rueda en la que estamos metidos, pues en las contadas ocasiones en las que el fracaso no fue contundente, se consiguió un poco más de dignidad para el hombre. Este mundo no es lugar para utopías, pero, desde luego, podría ser un lugar mejor.


Y he aquí que, en esta misma España, no son pocos los que escupen cada día sobre el movimiento 15M, calificándolo, por ejemplo, de "enemigo de la democracia "(aquí la ironía es sencillamente repugnante). Habría que preguntarles qué entienden entonces por democracia y por qué se obstinan en aplastar cualquier ilusión que brota en esta tierra. Por qué guardan un respeto reverencial a quien tiene millones y encima los usa para jodernos. Por qué siguen empeñados en ahondar abismos entre personas en vez de reducirlos. Por qué siguen obstinados en disipar cualquier esperanza en cuanto surge. Y, ya de paso, por qué están tan encantados de haberse conocido, los muy capullos. Los nombres son de sobra conocidos. No dejéis, no dejemos que nos acogoten todavía más, y que su burla contra quienes nos precedieron no nos nuble el juicio. Como dijo Reverte: "aunque a Zapata lo hayan matado siete mil veces en todas partes, nadie tiene derecho a publicar el secreto".


La tarea es inmensa; los enemigos, gigantes; nuestras debilidades, eternas. Adelante, pues.

No hay comentarios: